El espíritu navideño de los niños puso fin a una vieja discordia entre dos vecinasLa Navidad encontró a las vecinas Luisa y Beni enemistadas por un billetito que ganaba veinte dólares y que desapareció misteriosamente de la casa de la primera. Beni hizo correr entre el vecindario la voz de su inocencia, tratando al mismo tiempo de desprestigiar a Luisa, a quien acusaba de calumniadora y mentirosa. 'Si ella no compra lotería, cómo es eso de que se ganó un billete', decía a bocajarro en la tienda, en la parada, en el bingo y en todos los puntos donde se congregaban los vecinos, quienes trataron de mediar en el conflicto, pero las dos torcieron la boca y se negaron rotundamente a establecer la 'mesa del diálogo'.Esa discordia, surgida en los primeros meses del año, fue creciendo con el pasar de los meses, de manera que Beni no pudo formar parte del club navideño, que este año había sido un exitazo. Buco billete para cada socia, le decían los necios que siempre quieren avivar la mecha. 'Yo no me metí al club para no darle una arrastrada a esa bochinchosa', pregonaba Beni cuando alguien ponía el dedo en la llaga.Los resultados del trabajo en el club navideño se vieron reflejados en el hogar de Luisa, quien por fin pudo comprarles a sus hijos la piscina de sus sueños, la que desempaquetaron apenas Santa salió por el techo y la pusieron a llenar, ante la mirada de los hijos de Beni, quienes no despegaron los ojos desde que los vieron en el patio instalando mangueras.Dos veces trató Beni de cerrarles la llave de paso, pero no encontró el momento de hacerlo a escondidas, porque los vecinos adultos y arrepinchosos amanecieron en la misma calle, instalados ahí como Pedro en su casa, con música a volumen dañino y la infaltable caja de pintas. Mandó a sus hijos a dormir con la advertencia de que al que echara una miradita para allá le quitaría los regalos. Pero los chiquillos amanecieron acalorados y apenas se levantaron corrieron para el patio a mirar a los hijos de Luisa que ya se bañaban en la piscina.'No quiero a ninguno de los tres jodiendo por ese lado, mañana mismo meto un tarjetazo y les compro a ustedes una diez veces más grande que esa', les dijo a sus pelaos, que se apartaron por un ratito, pero volvieron a mirar apenas la madre se metió al baño.'Antes de fin de año voy a tirar un muro más alto que el cielo', pensaba Luisa, a quien sus hijos le tenían la casa vuelta un lodazal, entrando y saliendo a preguntarle si podían invitar a los vecinitos a bañarse. 'No es no, nada con los hijos de esa ladrona', les contestaba la madre, quien también decidió meterse al baño a asearse bien, porque faltaba poco para la hora de salir a darle un bembazo a Clodo, su novio, marido, pareja y quitafrío, que ya la había llamado para preguntarle qué pasaba con su regalo de Pascuas.Ninguna de las dos mujeres ni ningún vecino vio cómo hicieron los chiquillos, pero cuando ambas salieron del baño se encontraron con la Navidad en persona: Los seis pelaos nadaban felices.Beni avanzó encarada hacia la piscina, e igual hizo Luisa, pero los pelaos las saludaron con un sonoro ¡Feliz Navidad!No les quedó otra que darse un abrazo en el que olvidaron para siempre el billetito que ganaba veinte dólares.
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